En el mundo se registran anualmente cientos de miles de accidentes y enfermedades derivados de la actividad laboral, a pesar de las medidas de seguridad adoptadas por las empresas modernas, la normativa implantada por las autoridades del trabajo y de seguridad social que operan en los gobiernos y la conciencia adquirida por los propios trabajadores. Desde luego, esto implica un altísimo dolor humano y un cuantioso costo económico y social.
En México el número de estas eventualidades ha disminuido significativamente. Según estadísticas del IMSS, de 11.6 por cada 100 trabajadores en 1980 a 2.9 por cada 100 en 2004.
Sin embargo seguimos detectando importante reticencia, tanto por parte de trabajadores como por parte de los empleadores, a adoptar medidas para evitar accidentes y enfermedades de trabajo. Los trabajadores juzgan incómodo el uso de los equipos de protección individual y exageradas las medidas preventivas cuando éstas se dan; los empleadores encuentran costoso el gasto en equipo y engorrosa la tramitología ante las autoridades reguladoras para la aprobación y aplicación de sus programas de prevención; las autoridades reguladoras carecen de personal capacitado tanto para reglamentar como para supervisar el debido cumplimiento de normas prácticas y efectivas. Además, no existe en el país una disciplina académica especializada en el tema, por lo que los “especialistas” han tenido que formarse en la práctica cotidiana.
Es ocioso mencionar las bondades y beneficios de trabajar con seguridad o señalar las desventajas de no hacerlo, pero es trascendental, mediante la participación de autoridades, patrones y trabajadores, desarrollar un sistema integral que pase por la formación de profesionales del ramo, la difusión de una cultura de la seguridad y de la prevención como forma de vida, la implementación de normas que no obstaculicen sino que fomenten la productividad de las empresas y el convencimiento de los trabajadores que son los principales afectados, para que observen celosamente conductas que les permitan salir y regresar a sus hogares sanos y salvos después de una jornada laboral.